Treinta mandatarios, observadores y hasta los secretarios generales de la ONU y la OEA se dieron cita para la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), entidad que promovió el desaparecido líder venezolano Hugo Chávez.
La cita tiene sus particularidades, una de ellas, la masiva asistencia de mandatarios, como ningún otro cónclave parecido en la zona.
Otra curiosidad es la reivindicación de la democracia en un foro que se celebra justamente en Cuba, cuyo Gobierno lleva en el poder desde 1959, con Régimen de partido único y sin alternancia. Además la disidencia no ha podido manifestarse ante los mandatarios ni explicar los graves procesos que en derechos humanos tiene como cuenta pendiente la isla.
La tercera clave es el caso de la visita de José Miguel Insulza, el primer secretario general de la OEA que pisa suelo de Cuba desde que ese país, de modo voluntario, se separó del organismo continental en 1962. Insulza se reunió por diez minutos con el presidente Raúl Castro y albergó la esperanza de que Cuba se reincorpore a la OEA aunque varios miembros de la Celac buscan opacarla.
Pero más allá de discursos y buenos propósitos, como la declaratoria de zona de paz, siempre saludable, queda la pregunta sobre la utilidad del foro cuando ya no funcionan otras iniciativas como la Comunidad Andina de Naciones, Unasur no prospera demasiado y la Alba se muestra excluyente de otras visiones. Está por verse si la Celac será otro esfuerzo inútil.