El debate presidencial de la segunda vuelta electoral entre Daniel Noboa (ADN) y Luisa González (Revolución Ciudadana), realizado el domingo 23 de marzo de 2025, dejó en evidencia una preocupante realidad: la confrontación personal primó sobre el debate de ideas. Fue un debate emocional.
En lugar de un intercambio constructivo de propuestas, los candidatos se enfrascaron en ataques y defensas, dejando a la ciudadanía con más dudas que certezas.
Esa vez queda la duda si en el debate se gana o se pierde la Presidencia, como ocurrió en la última elección.
Si el objetivo era convencer a los votantes indecisos, la estrategia elegida por ambos candidatos distó de ser efectiva. En vez de exponer planes concretos para mejorar la educación, la salud, la seguridad o la economía, Noboa y González optaron por demostrar quién tenía más fuerza en el ring político.
Esta apuesta por lo emocional, más que por el análisis de políticas públicas, evidenció un intento de capturar votos mediante la confrontación, en lugar de presentar soluciones reales a los problemas del país.
El formato del debate, aunque estructurado, no impidió que los candidatos convirtieran el evento en una arena de disputas. Fue un debate emocional. Las interpelaciones, que podrían haber servido para contrastar modelos de gobierno y exponer estrategias de gestión, se diluyeron en respuestas defensivas y señalamientos personales.
La oportunidad de ofrecer un debate enriquecedor se desperdició, dejando en el aire la pregunta: ¿se puede ganar una elección sin propuestas concretas?
El electorado ecuatoriano enfrenta un desafío crucial: decidir si su voto estará basado en emociones o en un análisis racional de las propuestas de cada candidato.
La política no es un espectáculo, y aunque los debates son una plataforma clave para evaluar a los aspirantes a la Presidencia, la decisión final debe basarse en una evaluación serena y fundamentada.
En un contexto de crisis económica, inseguridad y debilidad institucional, Ecuador no puede darse el lujo de elegir un liderazgo basado en ataques y respuestas impulsivas.
Esta vez queda la duda si en el debate se gana o se pierde la Presidencia, como ocurrió en la última elección. Lo que se debe analizar es si con estas intervenciones uno de los dos protagonistas logra convencer a los votantes que piensan votar nulo o blanco.
Un voto consciente y meditado, alejado de las emociones del momento, es la mejor herramienta para construir el futuro que el Ecuador necesita.