Un largo y tortuoso camino ha seguido el país para lograr el acuerdo de comercio multipartes con la Unión Europea.
El sector oficial retrasó inexplicablemente la velocidad de las negociaciones, pero dados los sensibles cambios en las entidades que manejaron el tramo final de las negociaciones, todo cambió. La voluntad política del Primer Mandatario se impuso inclusive a corrientes internas del Gobierno que eran reticentes.
El problema económico del país llevó al Gobierno a imponer salvaguardias para tratar de corregir severos desequilibrios en la balanza comercial. Esa circunstancia puso a cavilar a los socios europeos, que veían trabas al proceso.
Mientras los vecinos de la Comunidad Andina adelantaron acuerdos, nuestro documento final se retrasaba. Las preferencias arancelarias vencen en diciembre y si el acuerdo no se alcanza quedaremos desfasados en competitividad frente a Colombia y Perú.
La reforma urgente sobre el impuesto a los consumos especiales, la situación de licores, autos y fármacos son los principales obstáculos. Los exportadores temen quedar con precios fuera de competencia y están dispuestos a atenuar los impactos pagando ellos los aranceles. Pero el tiempo apremia, llegamos a septiembre y se busca adelantar pronunciamientos de la Comisión Europea para que en diciembre el Parlamento de ese continente se pronuncie. Estamos en la recta final. El país espera que todo marche bien.