La geopolítica en una de las regiones más conflictivas del planeta ya no será la misma. El 31 de diciembre, el Presidente de Estados Unidos dispuso un ataque selectivo a Qasem Soleimani.
Era un líder militar iraní con gran influencia en actividades violentas en todo Oriente Próximo. El auto en que viajaba fue atacado por un dron y sus ocupantes murieron.
Las razones de la presencia y las actividades de Soleimani en Bagdad no se sabrán con precisión. La situación de Iraq se ha tensado en las últimas semanas: levantamientos y manifestaciones populares muestran descontento. Una realidad poco divulgada en Occidente en medio de otras manifestaciones por doquier.
Donald Trump piensa que el ataque detuvo una escalada bélica. Habrá que ver el calibre de la información de la que disponía el Presidente estadounidense. Lo cierto es que días antes se había ordenado alertas a los estadounidenses en Iraq.
Soleimani era el número dos del régimen teocrático de Irán y se rumoreaba sobre una futura candidatura presidencial. Como líder de los cuerpos de élite de las fuerzas revolucionarias, su incidencia en varios países fue evidente.
Fue asesor del Presidente de Siria, en la guerra contra los rebeldes. Antes había apoyado al grupo terrorista Hezbolá, que opera desde Líbano para atacar a las fuerzas regulares de Israel y desestabilizar a ese país aliado de Estados Unidos en la zona.
Varios líderes del mundo han expresado su preocupación por el atentado y sus consecuencias. De momento, se ha movido el precio del petróleo. El 30% del crudo mundial pasa por el estrecho de Ormuz, zona de influencia militar iraní y donde hace unos meses se produjeron ataques a barcos petroleros.
Ya se verá si Trump evitó una guerra o la desató, al menos si se produce una nueva escala de la tensión entre Estados Unidos y el gobierno persa, que ha jurado vengar el ataque.
Si fue un acto de distracción o consolidación de los apoyos internos en torno a la campaña presidencial, parece un riesgo alto. Todo está por decirse en los próximos días.