Crimea, entregada en 1954 por el líder soviético Nikita Krushev a Ucrania, cuando todos estos territorios eran parte de la hoy desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), es punto de una alta tensión mundial.
La población de Crimea votó mayoritariamente por separarse de Ucrania. El Parlamento ratificó el rumbo del referendo para ser absorbida por la Federación Rusa. Vladimir Putin, líder de Rusia, se aprestó a reconocer esta decisión. Occidente reacciona. EE.UU. anuncia retaliaciones, lo mismo que Canadá; y Francia advierte sobre la crítica situación.
Lo ocurrido en Crimea, donde la mayoría de la población habla ruso y es de ese origen, tiene componentes geopolíticos, militares y económicos.
Crimea tiene una situación estratégica en una zona naval clave para las pretensiones rusas, pues por ahí se mueve buena parte de su flota petrolera y de su armada. Su puerto, Sebastopol, está en una posición crucial.
El potencial de Ucrania en lo económico fue motivo de tensiones recientes entre Europa y Rusia. Ucrania y su pertenencia a la Unión Europea y Rusia, así como su pretendida paternidad sobre la ex-República de la URSS, constituyen otro aspecto sustancial, ya que se trata de un país que une (o separa, según se lo quiera ver) a Europa y Rusia.
El desmembramiento de Crimea, por ahora, genera tensiones diplomáticas, al punto que los expertos perciben una reedición, aun cuando sea en una pequeña proporción, de la Guerra Fría.