La cuerda se afloja. Los indígenas que se apostaron en el parque El Arbolito decidieron un repliegue táctico y los diálogos empezaron en varias provincias.Un punto focal de actos violentos en la noche del viernes en Coca (Francisco de Orellana) fue el escenario crispado al final de esta etapa.
Tras 20 días de marchas, que partieron de Tundaime en el suroriente, la dirigencia indígena adoptó un cambio de actitud. Con una marcha en Quito, que fue pacífica, se anunció un retiro a las provincias, un debate de los temas, una nueva movilización en la capital el miércoles y hasta otra movilización de masas en septiembre.
Las marchas, más allá del intento oficial de minimizarlas, mostraron muchas causas de tensión represadas y coincidieron en una postura: forzar la revisión de las enmiendas constitucionales.
La organización indígena, social y sindical se puso a prueba. También la capacidad de convocatoria del Gobierno y fuerzas políticas y sociales afines.
Finalmente, el Gobierno optó por el camino del diálogo directo. La acción de gobernadores en distintas provincias y de varios ministros para desactivar los nudos de tensión parece ser una táctica adecuada. Es con el diálogo y no con la confrontación como se procuran acuerdos por una auténtica gobernabilidad.
Oposición, sectores sociales y el Gobierno mostraron sus fuerzas. Es hora de la sensatez para vivir en una democracia plural y diversa. Se lo merece el país frente a las dificultades económicas que se agudizan.