Los ingresos económicos que genera el petróleo, la minería o los beneficios de los ‘commodities’ han facilitado a gobiernos de distintos signos ideológicos mantener subsidios que tienen un objetivo social pero no solucionan lo de fondo: generar fuentes de empleo.
Un trabajo periodístico del Grupo de Diarios América (GDA), publicado ayer por EL COMERCIO, muestra algunas aristas del tema.
En el Ecuador, los subsidios nacieron con Jamil Mahuad y se mantienen en el gobierno de Rafael Correa con mayor número de beneficiarios y con una más alta asignación (USD 50).
Esta política asistencialista propiciada por el Banco Mundial, para el caso ecuatoriano y de otros países, tiene como contraparte un compromiso de los beneficiarios, como por ejemplo enviar a los niños a la escuela. 130 millones de personas en 18 países reciben subsidio, según la investigación. Lo curioso es que muchos beneficiarios ya no pertenecen a las clases más desposeídas. Para el caso ecuatoriano, la proporción de beneficiarios no pobres se incrementó del 46% al 65% entre los años 2004 y 2010. En nuestro país, como ha ocurrido en otros estados de la región, la clase media ha crecido de manera significativa. La pregunta es cómo salir de la trampa de los subsidios, pues varios Estados los ven como una solución asistencial y clientelar, y muchos beneficiarios lo reciben como una dádiva y no se esfuerzan por conseguir trabajo estable.