Las aguas que bañan las costas de varios países europeos están manchadas de sangre. Sangre inocente de seres desesperados.
La más reciente tragedia en el mar territorial italiano y los naufragios permanentes de embarcaciones repletas de personas desamparadas procedentes de África, para buscar suerte en Europa, forzaron una reunión de la cúpula continental.
La cita de Bruselas decidió, por lo pronto, dotar de un fondo común de 9 millones de euros para atender a seres humanos desesperados. Estos son víctimas del hambre, falta de trabajo y persecución y se lanzan al mar sin conocer lo que sucederá en la otra orilla.
No es historia nueva. Francia, España, Italia y otros países mediterráneos han visto llegar, desde hace años, a miles de seres en busca de una oportunidad.
La persecución con trasfondo político o religioso, la falta de empleos y el hambre han llevado a miles de africanos pobres a buscar fortuna en Europa. Allá, han sido víctimas de persecución por odio racial y han vivido la tragedia de hablar idiomas distintos y buscar trabajo en países con sus propias crisis, como la que afecta a la población europea.
La decisión de ayer de Bruselas busca apoyo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para perseguir y destruir las barcas de las mafias que promueven viajes clandestinos y generan millones de ganancias por tráfico humano.
Es de temer que no sea una solución de fondo sino un paliativo. El Mediterráneo seguirá siendo un gran cementerio marino de miles de pobres de la Tierra.