Por complejo y doloroso que sea el aniversario de cataclismos como los fuertes terremotos de Haití y Chile, debe movernos a efectuar reflexiones serias sobre las diferencias notorias de la capacidad de reacción de una y otra sociedad y hacer analogías válidas para el ejemplo de lo que pudiera ocurrir en el Ecuador, con miras a tomar precauciones.
A tres años de la tragedia de Haití, el país caribeño sigue devastado. Alguna infraestructura apenas se ha reparado y la pobreza cunde. El terremoto, más allá del terrible dolor y la muerte que causó, dejó una destrucción tan pavorosa que la recuperación física tardará muchos años. Pero ese es el panorama si se advierten las flaquezas institucionales y la vulnerabilidad económica y social.
La muerte también visitó por esas mismas fechas a Chile. La devastación fue grande pero una buena parte de las construcciones resistió el embate de los sismos, y eso pese a que la escala de los movimientos telúricos que registraron los sismógrafos marcaron mayor intensidad que en Haití. Pero Chile se recupera y la previsión económica y su organización supo responder con eficiencia.
Los casos de Chile y Haití son toda una lección para el Ecuador, que debe tener presente todo el tiempo que la prevención, el refuerzo de las construcciones y las campañas de alerta a la población deben ser una política de Estado constante en un territorio vulnerable y proclive a sismos, inundaciones y erupciones volcánicas.