Ha sido un trabajo constante y que ha involucrado a distintas instancias del poder público y sobre todo de la sociedad organizada, pero los esfuerzos por dejar atrás la muerte y la destrucción del terremoto del 16 de abril del 2016 aún son insuficientes.
Si bien algunos sectores que fueron destruidos en Manabí y en Esmeraldas ya cuentan con obras de infraestructura importantes, un reporte de este Diario en los aspectos económico y productivo, social y político, da cuenta de que todavía hay mucho por hacer.
Porque precisamente la constatación es que una buena parte de la obra se refiere a aspectos normalmente no visibles, como alcantarillado y agua potable, programados e iniciados incluso antes de que sucediera la tragedia. En el balance oficial, durante los últimos tres años más de 620 proyectos han finalizado, aunque en la planificación estatal quedan por ejecutar unas 190 obras. En ambas provincias continúan a la espera de la concreción de numerosos ofrecimientos.
En el aspecto social, tres cantones manabitas aún no cuentan con un hospital para recibir atención médica especializada. Pedernales, Chone y Bahía de Caráquez (Sucre), perdieron la infraestructura hospitalaria en el terremoto. Actualmente, los pacientes acuden a unidades móviles.
En el ámbito político, el mapa partidista se reconfiguró desde el 2016 en Manabí. La conformación del Comité de Reconstrucción fue vital para canalizar las tareas de reparación en esta provincia, pero también se constituyó en una plataforma que utilizó el correísmo para atraer votos. Y eso se evidenció en los resultados de las últimas elecciones seccionales.
Uno de los aspectos que llaman la atención es que hasta ahora no se haya plasmado un plan con visión nacional para una construcción segura, en la medida de que es indispensable tener un catastro pormenorizado sobre las condiciones del suelo y de los materiales de construcción.
Ecuador es un país de alta sismicidad y a ello deben adaptarse sus habitantes, lo que también implica reaccionar adecuadamente.