Era una tromba. Su voz altisonante no paraba de escucharse en toda Venezuela, hasta que una enfermedad llevó al comandante Hugo Chávez a un largo silencio en Cuba.
La versión oficial da cuenta de un absceso pélvico que obligó a una cirugía inmediata. La dilatada convalecencia y la curiosa veda involuntaria en una figura pública conocida por su incontinencia verbal llaman la atención. Ya no solo sus partidarios y seguidores extrañan sus eternos sermones. La oposición venezolana, que ha crecido y es ahora representativa, no solo reacciona y pide que delegue sus funciones al Vicepresidente -que al fin y al cabo está para sustituir a un Mandatario en ausencia temporal- sino que empieza a sospechar de otras causas ocultas. Además, el tema ocupa páginas de los periódicos del mundo y genera incertidumbres.
Si la enfermedad de Hugo Chávez es más grave de lo que el parte médico oficial pintó, lo sabremos pronto. O si todo responde a una nueva estratagema para “hacerse extrañar” y presentar una mediática reentrada que reponga su maltrecha figura pública, obviamente desgastada tras 11 años de ejercicio ininterrumpido del poder y con una exagerada concentración y una puesta en escena populista, donde el uso y abuso de los medios, las cadenas oficiales y los espacios televisivos de fin de semana y los cantos se usan tanto como el ataque verbal a opositores y a medios de comunicación críticos.
Tras su retorno de Cuba, desde donde divulgó una foto con los hermanos Castro, Chávez pudiera hallar un escenario distinto. Un país que descubre que la presencia de su líder no es indispensable frente a una situación que empeora por la crisis energética y la inflación galopante. Y desvaída, sin duda, la pretensión de liderazgo continental.