El contundente pronunciamiento del Presidente en su informe semanal da cuenta de que, ‘por un clamor ético de la ciudadanía’ y por austeridad, la Secretaría Nacional de Inteligencia se cerrará.
La orden debe ser cumplida sin reparos ya que se trata de una potestad plena de Lenín Moreno en el ejercicio de sus funciones presidenciales.
La disposición del cierre no debe implicar, ni mucho menos, que los procesos de investigación sobre las acciones de la Senain deban ser interrumpidos, menos archivados ni olvidados.
Un Estado demanda labores de inteligencia e investigaciones reservadas por aspectos de seguridad nacional, y para ello varias dependencias de organismos especializados y con plenas atribuciones legales tienen a su cargo las labores referidas. Estas deberán continuar de modo coordinado.
Pero una cosa muy distinta es aquella que se denunció como tarea de la dependencia durante la década pasada. Varios dirigentes políticos denunciaron actos de seguimiento, espionaje, intercepción de llamadas y otras acciones de una ‘pseudointeligencia’ que se confunde con la persecución y el amedrentamiento. Lo propio pudo ocurrir con periodistas o funcionarios que manejaban información delicada.
Por eso es menester emprender una revisión minuciosa de papeles, documentos, presupuestos y datos de la tristemente célebre Senain que incluso fue sospechada por espiar al propio presidente Moreno. ¿ Para quién?