LA SEMANA SANTA

Es tiempo de reflexión y oración. Los 1 200 millones de católicos esparcidos por toda la tierra mirarán esta pascua como una oportunidad para seguir a su pastor, el Papa Francisco, pocos días después de asumir el gran reto de orientar a la Iglesia y liderar cambios de fondo y de forma.

El mundo sigue convulso. Hay conflictos de baja intensidad, atrocidades como las de Mali o Siria -con una guerra de dos años y 70 000 muertos-, tensiones políticas y crisis económica. La cuna del cristianismo es el foco de atención con las distintas visiones culturales y religiosas entre palestinos e israelíes. Oriente Próximo acumula expectativas que la Primavera Árabe no resolvió.

Europa se sume en graves problemas económicos; África mira los conflictos y la pobreza que cunde y América piensa en polarizaciones y liderazgos que desaparecen y otros, morales, que se proyectan.

Latinoamérica tiene un papa propio y eso la llena de esperanza. La pobreza ha sido el tema del nuevo Pontífice desde que lo nombraron y su preocupación fue manifiesta hasta reconvenir a los líderes políticos.

Más allá de los temas de interés político y social, están las amenazas que rodean a la Iglesia y al indispensable ejercicio de transparencia requerido.

Por lo demás, la Semana Santa, con misas, Vía Crucis, procesiones o viejos ritos como el arrastre de Caudas en Quito, vuelve al país y al mundo a la fe y a la contrición religiosa.

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