El reciente asalto a un camión blindado en Guayaquil, grabado y viralizado en redes como si fuera una película de acción, evidencia cómo el crimen se convierte en espectáculo, desviando la atención de la verdadera pregunta: ¿qué estamos haciendo para frenarlo?
Es imprescindible un respaldo efectivo a las fuerzas del orden, libre de intereses electorales. Estamos al borde de una campaña presidencial, y como siempre, la inseguridad será usada como carnada para votos. Pero la ciudadanía ya no puede conformarse con discursos de promesas vacías.
El asalto en Guayaquil no es un caso aislado. Hace meses, un robo en una joyería de Quito se convirtió en un fenómeno viral. Los videos generan reacciones, comentarios y memes, pero la pregunta clave es: ¿qué sigue después?
Según el criminólogo español Fernando Miró, la exposición constante a la violencia en redes sociales puede generar dos efectos contraproducentes: la normalización del crimen y el debilitamiento de la respuesta ciudadana. El peligro radica en que, mientras más vemos estos actos, menos nos impactan. La indignación dura lo que tarda un video en viralizarse, pero el miedo queda.
Es fundamental que la sociedad no solo comparta estos videos, sino que también exija seguimiento y resultados. ¿Se atrapó a los delincuentes? ¿Se implementaron medidas para evitar que vuelva a ocurrir? ¿Las autoridades rinden cuentas sobre su trabajo? Sin estas preguntas, el crimen seguirá siendo solo un entretenimiento macabro en nuestras pantallas.
Las fuerzas del orden necesitan herramientas para actuar, no discursos populistas por captar votos entre los efectivos. En otros países, la despolitización de la fuerza pública ha sido clave para fortalecer la seguridad. Ecuador debe aprender de esos modelos y blindar a sus instituciones de manipulaciones.
Esto implica mejorar la capacitación, dotarlas de tecnología avanzada y reformar el marco legal para garantizar que actúen con eficiencia y respeto a los derechos humanos. Pero también significa que la sociedad debe respaldarlas y exigir una Policía y Ejército profesionalizadas y libre de presiones políticas.
El miedo y la resignación son aliados del crimen. Si la ciudadanía no presiona a las autoridades, si no exige cambios reales, la delincuencia seguirá ganando. Es necesario un activismo social que impulse reformas, denuncie la corrupción dentro de las instituciones y participe activamente en iniciativas de seguridad comunitaria.
La seguridad no es un eslogan de campaña. Es una política de Estado que necesita acciones concretas. Si permitimos que el crimen se convierta en un show mediático, en un arma electoral o en un simple número, entonces estamos condenados a seguir viviendo en el miedo.