El país, sumido en una crisis económica y todavía presa del confinamiento, muestra otros problemas complejos.
Tras dos meses de emergencia sanitaria, la carga de trabajo del personal de salud, de policías y militares y de otros servicios los agota.
Luchar contra la pérdida de vidas y los contagios de miles de personas afecta de modo especial a estos servidores, pero hay otros flancos.
Los asaltos a los vehículos con mercadería, como los experimentados en Ambato, llaman a una reacción coordinada y eficaz. Las autoridades de Tungurahua advierten que se trata de bandas organizadas.
La verdad es que identificar a los maleantes es tarea complicada siempre, peor si se cubren con máscaras.
Los teléfonos móviles, con más tecnología y provistos de cámaras de fotos y videos, muestran lo sucedido.
Un camión con cilindros de gas fue abordado en movimiento y los tanques, arrojados a la calle. Otros comerciantes que trabajan en las calles en los días que el mercado Mayorista no abre, perdieron su mercadería.
En días pasados, este Diario denunció los saqueos en los locales de escuelas y colegios. Sus pérdidas también son cuantiosas.
Hace unas semanas, mostramos a los lectores el problema de los camiones asaltados en las carreteras.
Desde luego, en esta época a más de los robos hay también otro tipo de delitos, sobre todo los que tienen que ver con las poblaciones vulnerables.
Las autoridades empeñadas en el control de la epidemia, impidiendo la movilización riesgosa, no se dan abasto para impedir estos brotes.
Las bandas organizadas, los conatos de saqueos y los robos de bienes y alimentos son un mal síntoma.
Bien pueden ser bandas delictivas que han elegido estos robos de bienes que la gente requiere con premura.
Puede haber también otro tipo de acciones orquestadas, para que la gente se preocupe y sienta miedo.
Unas fuerzas del orden bien preparadas y equipadas, con apoyo de la comunidad, tienen como prioridad preservar la seguridad y la integridad en ciudades y campos, donde también ha habido cuatrerismo.