Nuevas reglas se estudian en el Concejo Municipal de Quito. La medida, saludable, indispensable, se diría, busca dos cosas prioritarias: garantizar la seguridad de los asistentes a espectáculos públicos y controlar al detalle las recaudaciones y el pago de los impuestos municipales.
El país entero volvió a ver por televisión un estadio lleno, cosa que para los fines del fútbol, que es pasión popular, sería una gran noticia. Sin embargo, casi todas las gradas de acceso estaban abarrotadas. El aforo del estadio Olímpico Atahualpa es un misterio. Viejas narraciones deportivas referían a ojo de buen cubero 50 000 almas. La Federación Ecuatoriana de Fútbol habla de 40 000 y la Asociación de Fútbol No Amateur (AFNA) menciona 38 000.
La ocupación desordenada de este escenario es inconveniente y peligrosa. Los espectadores que pagan una entrada cara no tienen sitios de circulación.
¿Alguien se ha preguntado qué pasaría en caso de un terremoto, un temblor fuerte o un accidente que demande una evacuación inmediata? Las consecuencias de una estampida serían dramáticas.
En ciudades de alto riesgo sísmico, antes de iniciar un espectáculo, se dan a conocer por altoparlantes procedimientos de evacuación, los tonos de las alarmas y las medidas que garanticen una salida ordenada.
Hay que instalar butacas individuales y numeradas, con un tamaño que garantice la indispensable comodidad del espectador. Se deben numerar las plazas y contar con dispositivos electrónicos que den comodidad a los usuarios, impidan la venta clandestina y la sobreventa de entradas, y faciliten el pago de tributos.
La calidad de los espectáculos y el respeto al público lo demandan.