La palabra empeñada vale. El énfasis en lo social como atmósfera propicia para el desarrollo de las personas se pone en primera línea, como política de Estado y de Gobierno.
Entre la urgencia de luchar contra la pobreza, el hambre y el desempleo, una educación para todos y oportunidades para alcanzar la prosperidad, la salud es fundamental.
Más allá del discurso y de las promesas de campaña cuyo cumplimiento se espera, hay signos alentadores en materia sanitaria. Mientras se desarrolla un cambio estructural en Salud Pública, para que llegue a los estratos más preteridos, la vacunación es prioridad y la lucha contra la desnutrición es arma contundente de un cambio en serio.
Un signo positivo es entregar al Vicepresidente -un médico- una delegación especial en este ramo. Otro aspecto decidor es nombrar un consejero de vacunación y otro consejero para la lucha contra la desnutrición infantil. Claras señales.
La diplomacia de las vacunas lleva a un trabajo a paso ligero a varios frentes externos del Gobierno: procurar compra, préstamos, donaciones y velocidades distintas para que la promesa de los primeros 100 días se cumpla sin rémora.
Los vacunadores y la estrategia territorial del padrón deben ponerse en marcha cuanto antes, y seguir después de los primeros 100 días, hasta alcanzar cifras apreciables.
Más allá de la pandemia, una deficiente salud pública se manifiesta en la desnutrición infantil y determina el atraso del país. Según el INEC, la desnutrición es del 25%. Hablamos de aproximadamente 450 000 niños entre los primeros seis meses y los cinco años. Somos el segundo país en desnutrición infantil entre 33 países de América del Sur, América Central y el Caribe.
El impacto de esa deficiencia redunda en la poca capacidad de aprendizaje y del desarrollo de funciones mentales claves. Una realidad que muchos expertos dicen que es fácil de cambiar. Una alimentación que incluya un huevo al día proporciona nutrientes adecuados. Empecemos ya con la tarea prioritaria.