Como otro de los típicos anuncios inesperados, el retorno del ex vicepresidente Alberto Dahik en vísperas de la Navidad abre una baraja de interrogantes y expectativas políticas.
El vicepresidente elegido en fórmula con Sixto Durán Ballén fue enjuiciado políticamente por un escandaloso caso de mal uso de gastos reservados admitidos por el propio alto funcionario.
La práctica de comprar favores a los diputados ha sido costumbre tradicional. Partidas presupuestarias para obras provinciales y locales, prebendas con cargos públicos a parientes y amigos, cambios de camisetas de clamoroso descaro y hasta maletines millonarios.
En un diálogo con periodistas, el ex vicepresidente reveló que con dinero público y de los gastos reservados se logró el favor de varios legisladores de la oposición. Saltó la liebre que llevó a Dahik a juicio político y a una posterior orden de prisión que no se cumplió jamás puesto que el ex mandatario se asiló en Costa Rica. Hizo un regreso fugaz cuando la Pichi-corte archivó temporalmente el caso.
Una de las consecuencias del escándalo fue la proscripción del manejo de gastos reservados. El caso Dahik debería estudiarse y resolverse judicialmente. Lo hará una Corte Nacional en pleno proceso de renovación y con la politización y la anunciada metida de mano en la justicia de parte del Ejecutivo.
Políticamente, el regreso de Dahik tiene un antecedente en el pedido realizado por el presidente Rafael Correa el 10 de agosto de 2010, para que la Asamblea le conceda amnistía. Su mayoría parlamentaria nunca la tramitó.
En vísperas del arranque del proceso de elecciones vuelve Dahik y puede patear el tablero, aparecer como factor de división de la derecha, un “outsider” desde la vieja “partidocracia”. Lo que pudiera suceder con el ex presidente Abdalá Bucaram, exiliado en Panamá, es otra incógnita.
Habrá que ver si se trata de algo impredecible o de una estratagema tejida desde el poder.