El reto es grande. Dos factores se juntan: el plan gubernamental del cambio de matriz productiva esbozado en la campaña presidencial hace un año, y la realidad de las cifras: el déficit comercial de USD 1 300 millones que agobia al Gobierno y al país.
Por ahora los planes se ajustan y las decisiones se centran en el sector importador. Vienen restricciones para bajar USD 800 millones. El discurso habla de artículos suntuarios, aquellos que se volvieron parte de la vida cotidiana dentro de la dinámica del consumismo durante estos años. Al menos la clase media pensó que era algo parecido al buen vivir.
Los empresarios reaccionan de diversas formas. Los comerciantes se preocupan, pues su actividad se verá mermada por las carencias y por la siempre desleal competencia del contrabando. Los industriales dicen que ‘no comparten conceptualmente la adopción de normas y regulaciones’. 48 acuerdos alcanzó el Gobierno con empresas y luego activó 26 más con diversos sectores productivos. Las antesalas de los ministerios reflejan el cabildeo de un Gobierno que se llena de pragmatismo -más allá de su retórica socialista- y unos empresarios que ven por sus intereses y por el impacto social en la generación de empleo. El desafío es grande: producir mucho más, hacerlo mejor y rápido.
La capacidad instalada, la renovación de equipos y el crecimiento del mercado apuntan a una meta audaz y ambiciosa, en función de las expectativas del Presidente: sustituir importaciones por USD 6 000 millones en los próximos años.