La reciente desaparición de cuatro menores en Guayaquil ha puesto de manifiesto, entre otras cosas, cómo el mal uso de las redes sociales puede afectar la construcción de una mejor sociedad. En lugar de ser un espacio para la solidaridad y el apoyo, las plataformas digitales se han convertido en un terreno fértil para la desinformación, la polarización y el uso político de tragedias humanas.
En este contexto, es fundamental reflexionar sobre la responsabilidad que todos tenemos al consumir y difundir información, especialmente en momentos tan delicados para las familias de las víctimas.
El 8 de diciembre de 2024, Ismael y Josué Arroyo, Saúl Arboleda y Steven Medina desaparecieron tras ser detenidos por una patrulla militar en el sur de Guayaquil. Desde entonces, sus familias han enfrentado no solo el dolor de la incertidumbre, sino también la presión mediática y social que rodea su caso. Las redes sociales se inundaron rápidamente con información sobre su desaparición, pero gran parte de esta carece de contexto y verificación.
La falta de rigor informativo no solo confunde a la opinión pública, sino que también puede agravar el sufrimiento de las familias afectadas. Según un estudio del Pew Research Center, más del 60% de los usuarios de redes sociales en América Latina ha encontrado información engañosa o falsa sobre temas críticos, lo que subraya la necesidad urgente de un consumo más consciente.
La desinformación generada en torno a este caso no solo afecta a las familias que buscan respuestas, sino que también erosiona la confianza pública en las instituciones y los procesos democráticos.
La ONU ha instado al Estado ecuatoriano a adoptar medidas inmediatas para resolver esta desaparición y garantizar que se respeten los derechos humanos. Sin embargo, mientras algunos actores políticos intentan capitalizar esta crisis, otros sectores de la sociedad se ven atrapados en un ciclo de especulación y miedo que impide avanzar hacia soluciones efectivas.
Como sociedad, debemos reflexionar sobre cómo consumimos y compartimos información. La empatía hacia el dolor ajeno debe guiar nuestras acciones en redes sociales. Al enfrentar situaciones trágicas como la desaparición de menores, es crucial. Es necesario —por ejemplo— que antes de compartir contenido relacionado con eventos sensibles, asegurarse de que provenga de fuentes confiables.
Los actores políticos deben promover un diálogo constructivo. Las redes sociales pueden ser una herramienta poderosa para fomentar conversaciones significativas sobre temas importantes. Debemos utilizarlas para construir puentes, no muros y, peor, rumores. En un punto de reflexión para los usuarios de cualquier plataforma digital, también es fundamental no especular sobre lo ocurrido. Se debe pensar que las familias que atraviesan momentos difíciles.
La desinformación no solo distorsiona la realidad; también agrava el sufrimiento humano y socava nuestra capacidad para construir una comunidad solidaria y empática.