En la víspera de las Fiestas de Quito, que conmemoran la fundación española de la ciudad el 6 de diciembre de 1534, es crucial detenernos a reflexionar sobre lo que significa ser quiteño en un mundo que cambia rápidamente. Históricamente, estas festividades han sido un momento para celebrar las raíces culturales y tradiciones; sin embargo, en los días que corren, se debe pensar en cómo construir y fortalecer una identidad que no solo respete el pasado, sino que también abrace un futuro sostenible.
Quito, con su rica historia y diversidad cultural, se enfrenta a desafíos contemporáneos significativos. La desprotección del medio ambiente ha llevado a problemas como sequías e incendios forestales, que amenazan tanto nuestros recursos naturales como nuestra calidad de vida. En este contexto, es fundamental que los quiteños se vinculen emocionalmente con su entorno natural.
La construcción de una identidad sólida debe incluir un apego profundo a los recursos naturales que nos rodean, promoviendo una conciencia ecológica que trascienda las festividades.
Las Fiestas de Quito no deben limitarse a ser un mero evento cultural y de entretenimiento. Deben convertirse en una plataforma para la reflexión crítica sobre el futuro de nuestra ciudad. En lugar de ser solo un escenario para la propaganda política, estas celebraciones podrían fomentar diálogos sobre sostenibilidad y el papel que cada uno de nosotros juega en la protección del medio ambiente. Los jóvenes, a menudo considerados desconectados de los debates importantes, están cada vez más preocupados por su futuro. Es vital que sus voces sean escuchadas y que se les brinde un espacio para articular sus preocupaciones sobre una Quito más integral.
Desafortunadamente, muchos políticos ven a Quito como un simple escenario para sus campañas, ignorando las verdaderas necesidades y preocupaciones de la ciudadanía. Esta desconexión crea un vacío donde las nuevas generaciones quedan atrapadas en debates irrelevantes mientras los problemas ambientales, sociales, económicos, tecnológicos, etc. persisten. Los jóvenes están ansiosos por participar en conversaciones significativas sobre su futuro; lo único que falta es la articulación adecuada para canalizar esa energía hacia una visión compartida. Las nuevas generaciones están interesadas en la conversación sobre la misma política, la economía, educación, ciencia; el tema es que el debate debe ser al mismo nivel y no con la superioridad que caracteriza a muchos sectores.
La historia nos enseña lecciones valiosas. Las festividades han evolucionado desde sus orígenes españoles hacia una celebración más inclusiva que refleja la diversidad cultural de Quito. Este legado debe ser honrado mientras miramos hacia adelante. La identidad quiteña debe ser una amalgama de nuestras raíces indígenas y mestizas, así como un reconocimiento del papel vital que juegan nuestras tradiciones en la construcción del tejido social actual.
La búsqueda de una identidad quiteña renovada debe estar alineada con objetivos sostenibles. Esto implica no solo proteger nuestros ecosistemas locales, sino también promover prácticas culturales que respeten y celebren nuestra relación con la naturaleza. Iniciativas ecoturísticas y programas educativos pueden servir como herramientas poderosas para involucrar a las nuevas generaciones en la conservación del patrimonio cultural y natural.
En este inicio de las Fiestas de Quito, es importante reflexionar sobre lo que significa ser parte de esta ciudad. No se trata solo de celebrar el pasado; se trata de construir un futuro donde cada ciudadano esté comprometido con su entorno y con una visión colectiva hacia la sostenibilidad. Al fortalecer nuestra identidad cultural y ecológica, podemos asegurar que Quito no solo sea un lugar donde vivir, sino un hogar vibrante y resiliente para las generaciones venideras.