Para frenar la expansión de la pandemia hace falta una gran disciplina y el compromiso de la comunidad.
Cuando la provincia de Pichincha experimenta datos alarmantes como una de las más riesgosas, la población debe extremar la precaución.
Aspecto clave es la conjunción de los controles de la fuerza pública y el Cabildo. Además la gente debe colaborar. No cabe repetir el caso de Guayas, donde fue notorio el desbordamiento del control estatal; la descoordinación en la actualización de cifras hizo daño. Los muertos en casas y calles horrorizaron.
En Pichincha juegan factores distintos. Pero si bien la curva de crecimiento todavía no cesa, hay aspectos destacados y otros criticables.
Empecemos por reconocer los esfuerzos por controlar los grandes mercados. Los motines, las ferias alternas e ingresos forzados en San Roque y el Mayorista son una muestra de la falta de conciencia.
Las autoridades municipales optaron por cerrar unos, cercar otros y, sobre todo, evitar aglomeraciones. Todavía hay tarea pendiente.
Un factor clave es el comportamiento y vigilancia comunitarios. A policías, soldados y agentes municipales una masa la puede desbordar.
La comunidad debe cumplir y hacer cumplir las medidas restrictivas. La tarea es ordenar mejor el tránsito y prepararnos paulatinamente con disciplina para nuevas etapas.
Hay barrios y sectores que siguen siendo críticos en la capital: Iñaquito, Calderón, Carapungo, Guamaní, Las Cuadras y la Villa Flora.
Las autoridades edilicias han emprendido en acciones loables. Llegaron pruebas por avión. Quizá sean efectivas y aporten a revelar la realidad de los contagios.
Se prepara una gran plataforma en el centro de convenciones, como un emprendimiento con la Cámara de Comercio. Varios hoteles están listos para alojar a los médicos. Los hospitales podrían llegar al límite y vale la pena prevenir.
Además se prepararon plataformas refrigeradas para el caso de que el numero de fallecidos sea grande.
Quito actúa. Que todo salga bien.