Uno de los problemas más complejos en cualquier ciudad es la recolección de la basura. Quito se afectó.
Una crisis que ha mantenido a la ciudad al borde del colapso, con montones de basura arrumados en las esquinas y desperdicios regados por calles y veredas está empezando a conjurarse. No es un tema fácil.
La emergencia que declaró el Cabildo incluyó un cambio en la cabeza responsable para planificar, pensar y ejecutar una acción urgente.
El parque recolector se hallaba inoperante y los contenedores, que tan útil servicio prestaron para la higiene, fueron destruidos.
Lo primero que se hizo fue reordenar los recorridos. Para ello se contó con el alquiler de 85 volquetas que hicieron un servicio, aunque rudimentario, pero que empezaron a superar el drama que supuso para los vecinos de Quito una emergencia sanitaria de semejante envergadura.
Y luego se dio paso a la compra de recolectores nuevos. 19 operan ya, hay en camino 9 más, y se ha intentado recuperar la vieja flota, con lo cual se cuenta con 43 recolectores usados que están operando junto con las volquetas y los nuevos equipos.
Hay 6 000 puntos críticos en la ciudad. Solo en un barrio puede haber 41 focos de acumulación de basura.
Los vecinos se acostumbraron al desorden, y como los horarios de recolección se incumplieron, optaron por dejar los paquetes de basura sin orden y cualquier día.
Los perros rompen las bolsas, se apoderan de los restos de comida y dejan desperdigada la basura. Hará falta una nueva campaña de comunicación barrial para hacer conciencia de los nuevos horarios y un llamado cívico para que los vecinos sepan que su propia salud y bienestar dependen de su colaboración.
Esta crisis, que poco apoco se está superando, puede ser una buena lección para que la empresa municipal a cargo recupere el sentido de servicio, y se inculque a los trabajadores y a los vecinos la importancia de tener una ciudad limpia.
Se esperan propuestas novedosas del numeroso pelotón de candidatos a la Alcaldía y las concejalías.