Las lluvias sobre Quito han cobrado una fuerza inusual en este invierno. La capital sufre similares estragos a los que afectan de manera sostenida a varias poblaciones del país y al sistema vial.
La lluvia del lunes último en el norte capitalino fue tan contundente como una de las más intensas en los registros del último medio siglo. Los taponamientos de pasos a desnivel recuerdan dos aluviones grandes en las zonas de La Gasca y El Condado, hace años.
Quito tiene decenas de quebradas que bajan por las laderas del Pichincha. Varias de ellas son grandes y en la temporada invernal arrastran caudales de agua que además contienen materiales como lodo, piedras y ramas, lo cual ocasiona taponamientos. En esta materia, manda la ley de la gravedad.
Los datos del lunes registran más de 53 milímetros de agua por metro cuadrado, según las autoridades municipales, algo sin precedentes, peor en corto tiempo. Ayer la fuerza del agua se dejó sentir en el centro y en el sur de Quito.
Es menester reforzar colectores, hacer millonarias inversiones para multiplicar la capacidad de otros. Son obras que tardan y cuestan y, aunque no son visibles, son indispensables.
Además de las gestiones de rescate oportunas y efectivas en la medida de lo posible, como ha sucedido en las emergencias de esta temporada, debe haber una acción preventiva.
La gran piedra que tapó un desfogue muestra la complejidad del problema y alerta sobre el trabajo pendiente.