La capital del Ecuador siente un vacío de poder. Muchos llamarán acefalía o bicefalía a la contradicción enorme de tener, en apariencia, dos alcaldes.
La remoción de quien ganó en las urnas con un pequeño margen, dada la dispersión del voto entre un número exagerado de candidatos, trajo aparejada recursos jurídicos y hasta introducción de amparos constitucionales inesperados, insólitos.
Son amparos insólitos por las causas supuestas bajo las cuales se ingresaron los expedientes y la duda que quedó sembrada sobre la inexistencia de sorteo o al menos una asignación limpia de los jueces en quienes recayeron dichas causas.
La decisión de la Corte Provincial de Pichincha, con un voto salvado y la inmediata presencia del alcalde removido en el despacho de la Alcaldía llamó la atención por la vertiginosidad de los hechos.
El Concejo Metropolitano de Quito, integrado en el mismo acto electoral que el alcalde removido, y atendiendo a las disposiciones del Cootad, removió a Jorge Yunda con mayoría de los concejales presentes.
La consulta de Yunda al Tribunal de lo Contencioso Electoral, y las peticiones de aclaraciones y ampliaciones fueron sustentadas y el máximo organismo pertinente ratificó la remoción. Asumió Santiago Guarderas y luego se designó Vicealcaldesa a la concejala Brith Vaca.
Una vez conocido el pronunciamiento de la Corte Provincial la salida legal será esperar que la Corte Constitucional dirima quién tiene la razón, pero mientras tanto el absurdo nos lleva a tener una ciudad abandonada y dos alcaldes superpuestos.
Una convocatoria a sesión del Concejo ayer y la presencia del alcalde removido dirigiendo la sesión provocó la protesta de Santiago Guarderas y su abandono de la sala.
Mientras, Quito sigue esperando entre una mala recolección de basura, un Metro bajo tierra que costó millones y no opera, causas en la justicia que pesan sobre altos personeros en las empresas de obras públicas y agua potable. Marchas, apoyos con carteles. Quito no merece tener este problema grande otra vez. ¡Ya basta!