El ataque cibernético en contra del Municipio de Quito puede verse como una agresión externa, algo propio de los tiempos de Internet y de constantes ‘hackeos’ a instituciones oficiales, algo que se repite en todo el mundo y más con la pandemia del covid-19. Sin embargo, es una muestra más de que los quiteños viven y sienten ante una administración municipal -anteriores y la presente- : una ciudad se revela frágil ante cualquier eventualidad.
Ahora, el Municipio trabaja con horarios especiales. Según informó este Diario, se reciben 1 200 trámites de toda naturaleza, de los cuales 700 son digitales y 500 presenciales, al día. Es la respuesta necesaria ante esta inconveniente tecnológico. Sin embargo, es un problema que se añade a otro que tiene que ver netamente con la administración: la revisión vehicular para acceder a la matriculación. Quito, una ciudad estructuralmente complicada en su movilidad y con pocas soluciones prácticas para aliviarla, no supo siquiera planificar el proceso de contratar a tiempo la prestadora de servicios para este trámite esencial.
Es algo que no se espera de una ciudad capital que es, además, la que concentra el funcionamiento del Estado nacional.
La corrupción, la mezquindad política y el monotema del Metro, del que se espera su funcionamiento casi como una utopía, han sentado la idea de que es una ciudad abandonada a su suerte, que se mueve por la inercia de sus habitantes y sus instituciones. Pero la ciudad no se ha preocupado por otras cosas. Basta con salir a las calles un momento, para darse cuenta de eso. Los ejemplos abundan. No hace falta hablar del eterno problema de las calles descuidadas y llenas de baches. En la avenida Simón Bolívar se inició la repavimentación antes de la pandemia; y hasta ahora hay grandes tramos en donde no se han pintado las líneas que demarcan los carriles, lo que genera mayor inseguridad en esta vía, de por sí peligrosa. Hay barrios enteros, como Cumbayá y La Argelia (solo por nombrar dos) donde no hay las rejas de las alcantarillas. No son problemas recientes; son, a la vez, signos de cómo se está gobernando una capital