El primer paso ante un eventual desastre producido por las fuerzas de la naturaleza es tomar conciencia y empezar a prepararse. Como si fuese una guerra, ha dicho un experto. No es que una erupción volcánica sea cosa de días. De esa información técnica y de seguridad, debido al decreto de Estado de excepción, se ocuparán las autoridades. Pero se trata de tomar todas las precauciones del caso.
Para el agua que consume Quito, esas tareas ya están en marcha. La ciudad cuenta con 21 plantas que acumulan el líquido y lo procesan para que sea potable; 16 tienen cubiertas fijas desde hace años. Dos cuentan con cubiertas móviles y falta protección para tres de ellas.
Pero un trabajo indispensable, planificado desde hace más de una década, y que nunca se empezó a hacer a tiempo, está ahora en plena ejecución. Se trata de tuberías alternativas para los cauces de agua potable que abastecen a la capital.
El sistema Pita-Tambo, que durante años dotó de agua a toda la ciudad y que hoy sirve al 40% de la población está en zona de riesgo. Cosa igual ocurre con el agua que viene de La Mica.
Además, el agua de Papallacta, que no tiene conexión directa con el volcán ni con eventuales lahares, puede contaminarse con ceniza que habrá de ser filtrada en las plantas potabilizadoras. La tubería pasa por abajo del río San Pedro.
Ya se planifican los acueductos por aire.Para las tres fuentes claves de agua para Quito, las obras empezarán a trabajarse cuanto antes, su construcción tomará unos meses.