La cita de los presidentes de Colombia y Venezuela en la capital del Ecuador fue una contribución para un proceso complicado que no ha hecho sino empezar.
Es importante destacar el diálogo directo de ambos mandatarios, después de varios días de municiones cargadas de palabras duras, y más allá de posturas políticas que cada uno debe preservar.
Venezuela tomó un paso tajante, cerró la frontera y afectó a miles de colombianos que se asentaban en el estado del Táchira. Muchos, desde años atrás.
La crisis humanitaria que desató la decisión fue explicada por los casos de algunos ciudadanos colombianos que se dedicaban a actividades ilícitas. Pero no es una noticia muy nueva que las relaciones entre las poblaciones de fronteras se tejen de modos intrincados y que dentro de las muchas acciones comerciales legales se desarrollan otras no tan santas, en casi todas las fronteras del mundo.
Por ahora, el paso dado en Quito es una puerta abierta a los nuevos encuentros. El retorno de los embajadores a las dos capitales, luego de haber sido llamados a consultas, es otro avance clave. Consecuentemente, desde hoy mismo los diálogos de los ministros, y ojalá la construcción cotidiana y sincera de medidas de confianza, contribuyan a aliviar tensiones. No será una cosa fácil.
Será importante acallar la ‘diplomacia de los micrófonos’ y generar espacios de mediación adecuados con actores que aporten a ambas partes la atmósfera suficiente para apuntalar un diálogo tan complejo como urgente y necesario.