Once días hubo de tardar el Gobierno colombiano para darse cuenta de que la protesta campesina era cosa seria. Solo tomó sentido para el régimen cuando miles de manifestantes se hicieron de las calles de Santa Fe de Bogotá y las FF.AA. salieron a ejercer custodia.
Los campesinos movilizaron y paralizaron carreteras, especialmente en la zona centro y sur del país, cerca de la frontera con Ecuador, la que llegaron a bloquear impidiendo el tránsito de personas, cargas y principalmente alimentos que han empezado a escasear en varias zonas.
El presidente Juan Manuel Santos, que había optado por minimizar y hasta ignorar la realidad, apenas cobró conciencia de la medida cuando advirtió, horas antes de la movilización de este jueves, que las marchas tendrían tono elevado.
Las refriegas, la represión y los enfrentamientos sumaron 200 lesionados, de ellos 32 fueron hospitalizados. Hay 40 detenidos y un muerto; los desmanes atascaron el tránsito ya congestionado de la capital colombiana.
Las críticas llegaron y aunque el oficialismo tardó en tomar nota, la prensa internacional relievó lo ocurrido y medios influyentes, como El País de España, emplearon duras palabras ante la intransigencia oficial.
La huelga agraria levanta reivindicaciones que no son fáciles de atender y habrá que tomarlas en cuenta, todo, en medio del complejo diálogo con las FARC.