El año 2016 es un año de precampaña electoral. El abuso del aparato público por parte de los candidatos a la reelección como alcaldes, prefectos y el propio Presidente fue una tacha a la equidad del proceso pasado. El exhorto de Domingo Paredes al Presidente fue desoído por el mandatario-candidato que incluso hizo una sabatina pese a la petición del presidente del Consejo Electoral.
Las normas escritas en el Código de la Democracia fueron burladas y las autoridades políticas del país hicieron caso omiso.La idea es procurar que los distintos candidatos tengan iguales espacios a fin de no influir ni directa ni indirectamente en el voto popular.
Para que esa condición se cumpla debiéramos tener un Consejo Electoral independiente, sin cercanía ninguna al poder de turno o, volver, con una reforma futura, al equilibrio partidista que teníamos antes, en todo caso preferible a la expresión de un solo grupo que incida en las funciones del Estado, incluida la electoral. El uso de fondos públicos en campaña, los desplazamientos proselitistas en autos del Gobierno o de regímenes seccionales y la aparición de los funcionarios-candidatos en saludos financiados por el Estado -el navideño fue un ejemplo- atentan contra la equidad.
Cuando una autoridad se vuelve complaciente y abusa del poder a través de esos espacios -con una presencia rígida respecto a todos los demás protagonistas- no abona en una campaña equitativa, que es lo menos que se podría pedir como punto de partida.