A la administración del alcalde metropolitano de Quito, Mauricio Rodas, que ya tiene suficientes contratiempos, le aparece otro dolor de cabeza.
Las protestas de estos días de las trabajadoras sexuales del Centro de la capital ecuatoriana, que han derivado incluso en detenciones, redescubren un drama humano, un problema que estaba represado. Se trata de un asunto sensible que no solo tiene implicaciones sociales y que, por consiguiente, no puede superarse (o maquillarse) con acciones estrictamente policiales.
La capital ecuatoriana, que acaba de ser distinguida, por tercera vez, como Destino Líder de Sudamérica en el ‘Oscar’ del turismo, precisa abordar este tema con medidas eficaces y de largo alcance.Para delinear una solución, necesariamente se va a requerir de la participación de múltiples actores, como lo han hecho otras capitales del mundo. Y, sobre todo, hay que hablar de la ‘reconversión’ laboral de las trabajadoras sexuales.
La salida pasa, entonces, por la búsqueda de acuerdos en beneficio de la ciudad. Esta tiene en su ya emblemático Centro Histórico una tarjeta de presentación y, además, es una de las entradas al Ecuador, que aspira a convertirse en una potencia turística de la región.
Para lograrlo, tampoco se puede obviar los errores cometidos en administraciones anteriores, como ha sido la creación de la gris ‘zona de tolerancia’ de La Cantera, que no ha dado resultados. La inseguridad que impera en el sector echó abajo esa salida temporal.
Es hora de prescindir de las confrontaciones y acertar con una solución.