Ingresos de impuestos y de ventas petroleras, expectativas por generar más recursos con concesiones y la incorporación del campo petrolero Ishpingo, esfuerzos ingentes por reducir el gasto y un plan para afrontar el déficit, son los retos del Gobierno para el 2019.
En sus primeras reacciones, varios gremios empresariales miran al instrumento como un ejercicio demasiado prudente. Algunos expertos quisieran una acción más profunda para cortar los problemas de raíz, mientras otros estiman que un shock sería perjudicial. El Gobierno se ha decantado por cambios graduales, sin afectar los aspectos sociales que están entre sus prioridades.
Muchas personas reclaman el diseño de un plan. En varias oportunidades, el Ministro de Finanzas ha insistido en que los cambios legales y los diseños presupuestarios son, en sí mismos, ese plan exigido.
Hay un tema siempre presente y sujeto a debate respecto de la manera de completar los recursos para atender las obligaciones del Fisco hasta el cierre del 2018. Nuevos créditos parecen, de acuerdo con el planteamiento oficial, ser suficientes.
Pero para 2019 se requerirá de más de USD 8 000 millones para afrontar el déficit. La posibilidad de acudir a los multilaterales está a la vista, y aunque el ministro Richard Martínez descarta por ahora un acercamiento con el Fondo Monetario Internacional, esa será siempre una carta pendiente en la que se trabaja desde hace varios meses.
En el horizonte inmediato está el viaje presidencial a China en diciembre para conseguir nuevos créditos. La exigencia de reformular el perfil de la deuda con ese país -que es significativa, que tiene plazos cortos y tasas de interés altas- parece un consenso nacional.
Ahora bien, todo el esfuerzo por bajar los gastos es loable, pero todavía parece que queda un camino por recorrer en materia de la generación de confianza. Para la inversión, para la creación de empleo, para avanzar más allá de las expectativas que parecen muy modestas.
Ese es el gran reto de todo el país en el futuro inmediato.