Buena parte del país camina, en pleno semáforo amarillo, a una apertura ordenada pero indispensable.
Una de las labores más afectadas por la pandemia es aquella relacionada con el turismo. Viajes aéreos, hoteles de todas las categorías y los restaurantes han sido víctimas silenciosas del coronavirus.
Con las puertas cerradas, varios restaurantes han quebrado, muchos han tenido que despedir personal o rediseñar sus ofertas. Detrás de cada negocio de este ramo hay administradores, empleados y gastos fijos.
Miles de agricultores, ganaderos, pescadores y suministradores de productos para la alimentación forman parte del encadenamiento productivo que se mueve alrededor de los lugares de expendio de comida.
Lo mismo sucede con los hoteles, que a más de contar con su propio y especializado personal en alimentos y bebidas tienen áreas de lavandería, planchado y arreglo y limpieza de habitaciones, claves para miles de plazas de empleo muy diverso.
Agencias planificadoras de viajes, guías especializados y turismo de aventura se han visto frenados a raya.
Como parte de la reactivación del turismo rural, en la Sierra se empezará con la apertura del Parque Nacional Cotopaxi durante el día.
En la Costa, los datos estiman que cerca de USD 300 millones se han perdido por el cierre operativo. Ahora ya tienen fecha de apertura.
Pero el mensaje es que todo hay que hacerlo con orden y disciplina. Evitar aglomeraciones, respetar los aforos y mantener distancias.
Los médicos se alarman por riesgos de rebrotes o expansión del virus. Para el caso de Quito, la decisión del Comité de Operaciones de Emergencia es drástica. Casi nada cambia. Pero es una medida importante para mantener el contagio bajo control.
Las unidades de cuidados intensivos están al límite en Quito, aunque la situación no es igual en el país.
Pero el cuidado responsable cabe para todos. Solidaridad, respeto, protección e higiene son la norma.
Un respiro tras las clases y una pausa al confinamiento pueden ser convenientes, pero con responsabilidad.