La nueva alerta en las zonas aledañas al volcán Tungurahua vuelve a llamar la atención del país y pone sobre aviso a los vecinos del coloso que lleva ya 10 años continuos de actividad.
Las emanaciones de columnas de humo, el avistamiento nocturno -el domingo- de lava incandescente, 1 200 metros bajo el nivel del cráter y no más abajo, como se pensó en principio, y la llegada de ceniza a varios poblados de las provincias de Tungurahua y Chimborazo vuelven a llamar la atención.
El cierre de la carretera que conecta Penipe y Riobamba se adoptó como medida de precaución. Las autoridades del Ministerio de Salud Pública en la Zona 3 se muestran preparadas para afrontar posibles emergencias que se deriven de un incremento mayor de la actividad del volcán.
Si para la población de las zonas aledañas la tragedia significó millones de dólares en pérdidas y el gran drama humano, que ya tiene una década, ya no es novedad, cabe mantener la atención de las autoridades locales, provinciales y nacionales en caso de que la alerta volcánica se incremente.
El nuevo llamado de atención de la naturaleza vuelve a poner sobre el tapete la urgencia de contar con planes de riesgo que se puedan activar con celeridad en caso de requerirse, y convocar a la colaboración ciudadana.
El enjambre de sismos que asustó a varias poblaciones del país en días pasados también nos remite a renovar la demanda de planes de contingencia y especialmente el reforzamiento de las construcciones de hospitales, estaciones de bomberos y zonas policiales y militares que puedan servir en casos de desastres; y tener preparados amplios sitios que sirvan como albergues temporales en un país donde la geografía invita a la precaución y a la prevención.