Era inevitable. Uno de los efectos de los sismos recientes, que tuvieron como epicentro la zona del norte de Quito, fue el cierre de las canteras de San Antonio.
Los accidentes en esas explotaciones mineras cuya responsabilidad y control está a cargo de la autoridad estatal, produjeron el inmediato cierre de varias canteras en aquellas zonas frágiles.
Este Diario lo advirtió de inmediato. El impacto en el costo del material de construcción era previsible. Si el ripio, la arena y aún las piedras, se extraían de esas canteras para nutrir la fecunda actividad de la construcción de Quito, los efectos consecuentes estarían reflejados en el incremento de los precios.
Uno de los factores es la escasez de material en cantidades suficientes para abastecer la demanda creciente.
Otro aspecto innegable es el largo trecho que habrán de recorrer los inmensos camiones y volquetas que movilizan el material. Además está la consabida congestión de tránsito y contaminación en zonas ya de suyo altamente transitadas como la vía a Pifo, ya que buena parte del material se extrae de Pintag.
El costo del flete se carga al producto y este se traslada en efecto cascada, por ende, al consumidor final.
El resultado es inevitable: el impacto en los presupuestos de las obras de construcción a todo nivel con las secuelas en la inflación que se pueden esperar.
La Cámara de la Industria de la Construcción pide a las autoridades gubernamentales abrir las canteras cuanto antes. Pero debe cumplirse con la seguridad.