El índice de precios que determina la inflación está marcado fundamentalmente por la sensibilidad de los productos comestibles como componentes de la canasta básica.
El Instituto de Estadística y Censos admite que la inflación en el índice de alimentos es de 8,18%, mayor que el promedio general anual (5,5%). Estas cifras oficiales y las opiniones recogidas en los mercados muestran que productos tales como el azúcar, el arroz, la carne, el pollo y hasta la fruta han experimentado alzas.
Los expertos atribuyen la subida de precios a aspectos que tienen que ver con el clima imperante y, en el caso de ciertos productos, los ciclos productivos. También, hay una fuerte demanda en las zonas de frontera.
Hay una tendencia a atribuir el alza a un factor especulativo y en muchas ocasiones a la acción de los intermediarios. Es normal que en una economía abierta muchos actores jueguen su papel y, en este caso específico, productos alimenticios suban de precio por la actividad comercial: es la ley de oferta y demanda.
Muchas personas piensan que se deben establecer controles para evitar el alza exagerada, pero está demostrado que la aplicación de acciones oficiales o medidas controladoras o represivas es apenas demostrativa y no tiene efecto estadístico alguno dado el volumen de las transacciones que cada día se realizan. Lo que podría modificar sensiblemente la relación de precio frente a la demanda de productos es multiplicar la producción, procurar el crecimiento de la oferta de alimentos y generar excedentes que en ciertos casos sean exportables a otros países.
Mientras esta dinámica no se produzca será inevitable el alza estacional de precios. Cabe prepararse para otra época de precios con tendencias alcistas: Navidad y fin de año.