Las elecciones presidenciales del 9 de febrero de 2025 han dejado un panorama electoral que, a primera vista, sugiere un Ecuador profundamente dividido. La victoria de Luisa González en 117 cantones frente a los 97 ganados por Daniel Noboa ha llevado a muchos a interpretar estos resultados como un acentuado regionalismo y polarización entre los ecuatorianos. Sin embargo, esta lectura puede ser engañosa. La realidad es que, más allá de las diferencias políticas, las necesidades fundamentales de los ciudadanos son las mismas: más seguridad, más empleo y más oportunidades.
La narrativa de un Ecuador dividido ignora el hecho de que los problemas que enfrentan los ecuatorianos son universales en todo el territorio. Desde la Costa, la Amazonia, la Sierra hasta Galápagos, la inseguridad y la falta de empleo son preocupaciones constantes. En este contexto, es crucial reconocer que el resultado electoral podría ser simplemente un reflejo coyuntural de la insatisfacción con los políticos actuales y no necesariamente un indicativo de una polarización profunda entre los ciudadanos.
En tiempos de crisis, es fácil caer en la trampa de la división. Sin embargo, es fundamental recordar que en momentos de conflicto, las verdaderas víctimas son siempre las personas de a pie que requieren soluciones a sus problemas cotidianos. La narrativa que presenta a Ecuador como una nación fracturada puede desviar la atención de lo que realmente importa: la búsqueda de un futuro mejor para todos.
A pesar de las tensiones evidentes en el proceso electoral, es importante creer que Ecuador ha madurado como sociedad y ha construido una identidad propia dentro de su pluralidad y multiculturalidad. Esta identidad no se define solo por las preferencias políticas, sino por una historia compartida y una lucha común por el bienestar. Los políticos tienen ahora más que nunca la responsabilidad de trabajar hacia la unión y no hacia la división. La desunión solo beneficia a aquellos que buscan gobernar a través del miedo y la confrontación.
Es cierto que las votaciones reflejan tendencias diferentes; sin embargo, esto no puede interpretarse como una fractura irreparable en la sociedad ecuatoriana. Un voto no define una identidad en el corto plazo; lo que hagan los políticos con esos votos, sí.
No se puede ignorar que Latinoamérica ha estado marcada por divisiones históricas; sin embargo, estas divisiones no deben ser vistas como un destino inevitable. En lugar de aceptar pasivamente esta narrativa, es esencial fomentar el diálogo y la negociación tanto dentro como fuera del país para construir un futuro más cohesionado.
Los políticos pueden encontrar atractivo el discurso divisorio porque les permite mantener el control; sin embargo, esta estrategia es perjudicial para la democracia. La verdadera fuerza reside en la unión ciudadana, donde cada individuo tiene voz y poder para influir en su entorno.
Es innegable que múltiples factores influyen en los resultados electorales: desde el contexto económico hasta las campañas mediáticas. La identidad ecuatoriana se ha forjado a lo largo del tiempo, a pesar de las diferencias geográficas y de pensamiento, y no puede ser desmantelada por eventos electorales.
La cultura y cosmovisión del país son elementos resilientes que perduran a pesar de las adversidades políticas. Por lo tanto, es fundamental evitar caer en narrativas simplistas que reduzcan el complejo entramado social ecuatoriano a meras divisiones políticas.
Ecuador se encuentra en un momento crucial donde es necesario reconfigurar la narrativa sobre su identidad nacional. En lugar de enfocarse en divisiones, a priori, superficiales, los ciudadanos y políticos deben trabajar juntos para abordar las necesidades comunes y construir puentes entre diferentes sectores sociales.
El camino hacia adelante debe estar guiado por el entendimiento mutuo y el respeto por las diversidades dentro del país. Solo así se podrá fortalecer nuestra democracia y garantizar un futuro más próspero para todos los ecuatorianos.
La verdadera fuerza de Ecuador radica en su capacidad para unir fuerzas y avanzar juntos hacia el futuro.