Las cuatro entidades que dirige René Ramírez tienen singular importancia. La concentración es una lógica que difiere del discurso político del Régimen y que con la acumulación mencionada se rompe.
René Ramírez es un académico con una maestría en Economía para el Desarrollo y especializado en Gobierno y Asuntos Públicos. Llegó al Gobierno cuando Fánder Falconí ocupaba la Secretaría de Planificación (Senplades) y fue ascendiendo hasta juntar altas funciones (tres de ellas, honoríficas) en cuatro entidades. Dos de sus hermanos vinculados con la academia también han sido consultores y asesores de otras dependencias.
La planificación en una sociedad que busca desarrollo es esencial. Sus ejes deben conjuntar las grandes demandas a los procesos productivos y las urgencias sociales. La planificación exige descentralización.
Otro aspecto primordial es aquel relativo a la ciencia y la tecnología que desafortunadamente han estado alejados de las políticas de Estado y tradicionalmente no han contado con recursos. Ramírez también preside la Secretaría de Ciencia y Tecnología (Senescyt).
Además, el Instituto de Altos Estudios Nacionales, una herencia de los regímenes militares con alto prestigio académico, ahora también está a cargo de René Ramírez.
La guinda del pastel la consigue Ramírez con la Presidencia del Consejo de Educación Superior, tras haber insistido en la reforma del sistema y haber propiciado polémicos cambios en la universidad cuyos derroteros parecen estar ceñidos otra vez a una visión central y concentradora desde el poder, como sucede en otros campos.
Ramírez encabeza el debate de otro tema delicado: la ley de poder de mercado que entraña serios riesgos. Demasiado poder para una sola persona. Una fórmula repetida.