Ya pasó un año. La administración de Augusto Barrera puede exhibir un éxito: el pico y placa. Aunque, como se sabe, es una medida temporal. El reto mayor era y sigue siendo la movilidad, y para solucionar los insoportables trancones de tránsito la aplicación ha dado resultados. Pero no es cuestión de dormirse en los laureles, porque la experiencia de otras ciudades que aplicaron esta medida es que en dos años el parque automotor crece y la limitación se vuelve insuficiente. Para ello hay que activar de inmediato sistemas efectivos, cómodos y seguros de transporte público masivo. La idea del metro sigue siendo oferta de campaña. Y está vacío el corredor del sur, una obra de infraestructura heredada de la anterior administración, todavía sin uso ni acuerdos en firme. Otro tema pendiente de solución compleja es la seguridad. Es uno de los dramáticos clamores ciudadanos cercados por la delincuencia y que espera una salida integral.
Se anunció la renegociación del contrato del aeropuerto. Las obras están paralizadas y aún no se completa el proceso. Además, y para llegar a la terminal, se eligió la ruta norte -la menos prioritaria según anteriores estudios técnicos-, que se construirá en 14 meses y será por Collas.
Dentro del giro de modelo administrativo, hubo malas noticias iniciales en el manejo de la recolección de basura en la zona Centro- Sur. Pese a que se sabía que terminaría la administración privada hace más de un año, el paso a manos municipales fue caótico. La gente, según las encuestas, valora la gestión y apuesta por la confianza, mientras que las campañas de motivación dan resultados. Es posible que el cambio de línea política y el cambio de modelo hayan traído dificultades adicionales, pero hoy empieza una etapa que deberá expresarse en mayores concreciones.