El paro de transportistas debe dejar lecciones

El país asistió a un episodio arrancado de las páginas de un pasado que la mayoría de ecuatorianos no quiere repetir. Paros, violencia y las consecuencias en la vida social y económica.

El tono violento de manifestaciones y bloqueos de calles y carreteras tuvo un ingrediente político extraño. A las críticas ciertamente inoportunas se sumaron arengas desestabilizadoras de quienes en el pasado reciente auparon todo tipo de acciones represivas y causas judiciales duras contra dirigentes indígenas.

El paro y la protesta encendieron una acción vandálica inusitada y que no tenía ciertamente que ver con la clase del volante. Jóvenes encapuchados que destruyeron calles y atentaron contra el centro de Quito y sectores de Guayaquil. Todo un arte de magia que se debe investigar.
La dirigencia del transporte llegó a un acuerdo y suspendió el paro. Se estudia el alza de tarifas a consecuencia del nuevo precio de los combustibles. Esta debe ser técnica y proporcional. Son las secuelas de años de haber mantenido artificialmente represados los precios.
Con ese acuerdo que debe llegar habrá sin duda otros ajustes de precios, pero cabe esperar que no sean inflacionarios en una economía con meses de estancamiento.

Ayer en Quito la ausencia de transporte todavía se sintió, aunque el grado de violencia fue disminuyendo paulatinamente la tarde del viernes hasta dejar despejadas las vías, antes de que se anunciara el fin del paro.

Mientras el escenario urbano se va clarificando, hay en marcha un movimiento de ciertas organizaciones indígenas que ya causaron estragos en algunas provincias.

Desde la semana pasada, dirigentes indígenas y sindicales anunciaron acciones; hay fuertes bloqueos en la sierra norte y centro. Es de esperar una alta dosis de sensatez y patriotismo para exponer al Gobierno y a la sociedad las inquietudes.

El país no se merece los episodios de confrontación de épocas pasadas que revivieron este jueves y viernes y que aún penden como una amenaza. Gobierno, dirigentes indígenas y sindicalistas deben ser sensatos.

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