El papel de la Unasur

Unasur ya tiene sede. Se trata de una imponente obra arquitectónica, que le costó al Ecuador USD 43,5 millones. Para la
inauguración vinieron 12 delegaciones y varios presidentes de la región.

Más allá de la Declaración de Quito, otro extenso documento plagado de la retórica acostumbrada, los pueblos se preguntan, se siguen preguntando, sobre la verdadera utilidad y proyección de estas operaciones políticas.

La Unasur tiene razón de ser. Su eje es la regionalización y la unidad para plantear iniciativas comunes ante otros bloques regionales con años de funcionamiento, experiencia y poder de conjunto. La fortaleza de la Unasur, empero, encierra su propia debilidad. La diversidad político-ideológica y de intereses que expresa, puede impedir la construcción de iniciativas comunes que requieren de amplios consensos.

Diez años después de su creación, acaso se justifica una cumbre para reiterar que la integración es ‘instrumento para contribuir al bienestar de los pueblos y proyectar a la región como una zona de paz consolidada, que promueve un mundo multipolar equilibrado y justo’.

Todo está bien, pero cabe preguntarse qué se ha hecho y se hará para perseguir ese loable propósito. Iniciativas como el Banco del Sur, por ejemplo, no se materializan y no se ha comentado de sus avances. Países del peso de Brasil no han mostrado un real compromiso.

Los pueblos esperarían iniciativas comunes para salir de la pobreza más que discursos y gestos grandilocuentes.

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