La segunda visita de un vicario de Cristo a Cuba tuvo contenido pastoral e interpretaciones políticas. Antes, el viaje de Juan Pablo II, hace 14 años, abrió el camino a una mayor apertura de las prácticas religiosas en la isla, dominada desde 1959 por un férreo Régimen de partido único: el comunista.
El papa Joseph Ratzinger participó en distintos actos litúrgicos, dio mensajes pastorales y dejó caer algunas ideas cuya germinación quizá tardará tiempo en fecundar, dadas las circunstancias políticas imperantes.
Cuba debe ser “la casa de todos y para todos los cubanos, donde vivan la justicia y la libertad en un clima de serena fraternidad”, señaló el pontífice de Roma, quien añadió que la búsqueda de la verdad por parte del hombre puede llevar a la irracionalidad y el fanatismo, encerrándose a sí mismos en “su verdad” y tratando de imponerla a los demás.
En Cuba la práctica religiosa ha experimentado algo de apertura, pero al estar totalmente separada la Iglesia del Estado una mayoría de cubanos no profesa culto alguno, aunque muchos adscriben a la religión que se expandió desde la colonia española o a sincretismos entre las prácticas ancestrales de los afrodescendientes yorubas y santeros, que mezclan la adoración al Dios de los católicos con ritos paganos. Además, en los últimos años se han extendido otras corrientes cristianas.
Contrasta la prohibición a Las Damas de Blanco y aun la detención de algunos disidentes para impedirles acercarse a Su Santidad durante su periplo. Mientras tanto, este se reunió con Fidel Castro.
Todavía es prematuro decir que la visita papal a la isla traerá libertad política, como muchos esperan de manera ferviente.