H oy se cierra la Jornada Mundial de la Juventud. Esa iniciativa que creó Juan Pablo II llevó providencialmente al primer Papa latinoamericano de la historia al país que suma la mayor cantidad de fieles católicos del planeta.
Las masivas manifestaciones de fe, la conjunción ecuménica de jóvenes de todo el orbe, los mensajes pastorales y las imágenes de honda emoción fueron seguidas por los medios de comunicación del mundo. Las páginas de los diarios, las voces de la radio y las imágenes de la televisión fueron colmadas por la personalidad desbordante, carismática y sencilla del Papa argentino.
Símbolo de esa sencillez en su cercanía con la gente, en su palabra diáfana y su mensaje categórico en la opción preferencial por los pobres de una Iglesia que, desde el advenimiento del papa Francisco, quiere ser distinta.
El Papa habló del complemento perfecto de la juventud con la sabiduría de los ancianos y llamó a los jóvenes a armar lío para divulgar la fe. Fue enfático contra la legalización de la droga y condenó a “la plaga del narcotráfico que siembra violencia y siembra dolor y muerte”.
Desde los mensajes pastorales, los actos litúrgicos, las concentraciones masivas y las visitas a las favelas, que son la expresión de la inequidad de millones de pobres, el Papa dio un mensaje humano para cambiar al mundo desde el amor y la fe.