Casi todo está en lÃnea. O, al menos, se ofrece de ese modo. El virus forzó a la sociedad a avanzar en ese camino.
El planeta es vÃctima del contagio más universal del que se tenga memoria. Es letal y obliga a grandes cambios y adaptaciones. Si una cantidad enorme de servicios ya se ofrecÃan en lÃnea, el aumento fue exponencial durante el aislamiento.
La ampliación de la demanda exige que la capacidad tecnológica crezca en la misma proporción, lo cual no siempre sucede. Los teléfonos inteligentes son cada vez más numerosos, pero sus costos y servicios son altos.
Las posibilidades de acceso son muy grandes para algunos sectores de la sociedad e inalcanzables para una mayorÃa. Además, como ya se ha dicho, la brecha digital entre el campo y la ciudad sigue siendo abismal y, por ahora, insalvable.
Las consideraciones en cuanto a los servicios pueden hacerse también para el trabajo y la educación en este tiempo de pandemia. La capacidad de adaptarse a lo virtual es importante y genera nuevos vÃnculos y usos.
En ese contexto habrÃa que ir creciendo y aprendiendo. En el ámbito educativo es donde se experimentan nuevos modos de interactuar.
En tanto que el mundo laboral es un capÃtulo aparte y demanda un pulso diario para que las normativas no entren en desfase con la realidad. El teletrabajo no es una solución en todos los ámbitos y las decisiones deben priorizar la salud de los empleados.
Hay otro capÃtulo importante para el sector productivo, cuyos procesos deben contar con todos los estÃmulos y todas las facilidades.
Cuando empezó el confinamiento se facilitó la circulación de camiones que transportaban productos. Hoy se debe mantener la coordinación entre todos los organismos y autoridades para que mercaderÃas y productos exportables o de consumo interno se trasladen con facilidad y no haya pérdidas ni deterioro.
SerÃa deseable que el Comité de Emergencia nacional siga manejando los salvoconductos para evitar el caos, los compadrazgos o episodios de manejos poco claros. Debe asegurarse una conectividad total.