La naturaleza pone otra vez a prueba a los ecuatorianos. El sismo nos mostró vulnerables y trajo devastación y dolor.
Pedernales y los pueblos cercanos fueron los más afectados, aunque los mayores centros poblados manabitas, Portoviejo y Manta, también sufrieron severos daños. Seis provincias han sido declaradas en emergencia.
El terremoto del sábado desnuda una vez más nuestras vulnerables calidades de construcción y obliga a una reacción nacional para cambiar esta historia.
Es necesaria una normativa adecuada, y sobre todo hacerla cumplir. De ese modo, las cuantiosas pérdidas humanas y materiales se pudieran reducir.
Los manuales aconsejan reforzar los cuarteles de la Fuerza Pública y de los bomberos, pues sus miembros deben estar a salvo para ayudar a los demás.
En orden de prioridades se debe construir con máxima seguridad sismorresistente la infraestructura hospitalaria. Luego se debe poner atención en albergues y zonas seguras.
Junto a las afectaciones en las construcciones, el sistema vial recibió el impacto del sismo sobre todo en Manabí, al igual que el sistema eléctrico y las comunicaciones. La reconstrucción será muy costosa y tomará tiempo.
Sin embargo, la solidaridad mostrada en los donativos refuerza la esperanza en los valores de nuestro pueblo.
Esta marca de dolor y luto es una nueva prueba de fuego. Es la hora de la unidad nacional y la solidaridad generosa y sin mezquindad para salir adelante.