El país atraviesa la etapa dura de la reconstrucción, cuando todavía las huellas del terremoto están presentes de manera desgarradora en la memoria nacional.
Las muertes y heridas causadas son la peor parte. La destrucción y la visión de la tierra devastada dejan clara la noción de que el proceso de reconstrucción será largo y complejo. La recuperación anímica de la gente que vivió el duro momento y, peor, de aquella que perdió seres queridos, amistades, trabajo y propiedades, es la tarea urgente.
Miles de personas estuvieron en refugios temporales y otras se han ido acomodando en albergues donde la vida en comunidad es difícil y no exenta de problemas y disputas. En otras experiencias en distintas partes del mundo el retorno a las casas y la construcción de nuevas viviendas ha tardado mucho. En Haití, seis años después, muchos damnificados siguen en albergues.
Las personas deben trabajar en superar el trauma, conseguir dinero para cubrir necesidades cotidianas, recuperar trabajos o reubicarse en otras ciudades y conseguir empleos estables. Ese es un reto mayor. Hay acciones de condonación de deudas de bancos privados loables y que ayudarán con seguridad.
En varias zonas afectadas la carencia de servicios básicos, como mostró este Diario, era un problema preexistente. El Estado debe cobrar los seguros que toda obra pública está obligada a tener. Los empréstitos contingentes deben emplearse en completar la reconstrucción. Hay que seguir adelante.