El terremoto de la noche del sábado 16 de abril ha activado un torrente de solidaridad nacional e internacional con las personas y provincias afectadas. Es un flujo de ayuda que se reconoce y agradece.
Las catástrofes que sacuden a un país solo pueden ser enfrentadas con una alta dosis de unidad nacional. Se convierten también en la oportunidad de tender la mano de manera efectiva a miles de damnificados, con mayor razón cuando se trata de un fenómeno de 7,8 grados en la escala abierta de Richter, que hasta ayer había causado 413 muertes.
Pero el caudal de solidaridad, que es generoso en estos días, necesariamente debe ser resguardado y canalizado. Solo así se distribuirá rápidamente y llegará con oportunidad a los residentes de las zonas afectadas, en las provincias del Litoral ecuatoriano. Así también se evitarán episodios reprochables como el robo de los víveres que dos camiones transportaban de Guayas a Manabí.
Conviene, entonces, agilizar el reparto del aporte de los ciudadanos, que han entregado alimentos no perecibles, medicinas, agua, etc. Es necesario tener en cuenta las recomendaciones sobre el tipo de producto que se debe donar.
Es también importante organizar el trabajo de los voluntarios -en particular del personal de salud y/o especializado en rescates- que ahora resulta indispensable en localidades de la Costa.
La mitigación de los efectos del terremoto, sin duda, será más efectiva con el apoyo local e internacional y la oportuna acción oficial a todo nivel.