El planeta afronta un momento de crisis nunca conocida en esta magnitud. El impacto del coronavirus cunde.
La pandemia expresa, mas allá de las esperpénticas cifras de muertes y contagios que día a día se expanden por el planeta, otros fantasmas.
Ya está claro que el mundo entra en recesión. La palabra que parece técnica no significa sino estancamiento, retraso y reducción económica.
Todas las expectativas de crecimiento, modestas proyecciones hechas en diciembre y enero, quedan arrasadas por el efecto covid -19.
El primero de mayo, fecha de conmemoración de los trabajadores en todo el mundo, será recordada esta vez por el impacto de la crisis global y la ausencia de grandes marchas.
Curiosamente es Estados Unidos, el país donde se produjo la matanza de Chicago que dio pie al día histórico, donde no se recuerda esa fecha.
En la potencia mundial, la semana pasada 3,8 millones de personas pidieron el seguro de desempleo. Los expertos estiman que la cifra alcanzará en ese gran país 38 millones.
La gran diferencia con países de África y América Latina es que allí existen seguros de desempleo.
España cuenta con seguro de paro. Alemania destinó al principio de la crisis sanitaria 156 000 millones de euros para que los empleados sigan cobrando sueldos y evitar quiebras.
El mapa que pinta la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) es tétrico: 11, 5 millones de personas pasarán a engrosar las filas de desempleo que bordearán 35 millones de seres humanos.
Un total de 28,7 millones de personas estarán bajo la línea de pobreza en el continente y 16 millones, en situación de pobreza extrema.
Países organizados como los europeos cuentan con recursos y músculo financiero para paliar los graves impactos. Perú y Chile tienen millonarias reservas que ya están usando.
En Ecuador, la emergencia sanitaria provocaría la pérdida de 508 000 plazas de trabajo, lo cual aumentará la informalidad y la pobreza.
El país necesita levantar la mayor cantidad de recursos frescos para frenar este círculo vicioso.