Hay varias megaobras impulsadas por el anterior gobierno en las que los estudios y la fiscalización fueron débiles, lo cual dio como resultado costos elevados e incluso proyectos inconclusos o sobredimensionados. El proyecto Toachi-Pilatón, sin ser el más emblemático, es un compendio de varios problemas que deben ser fiscalizados.
La obra es una de las ocho hidroeléctricas en las que debía basarse el tan anunciado cambio de matriz energética. Tres están concluidas y generan el mayor porcentaje del total planificado; aunque una de ellas, Coca Codo-Sinclair, tiene fisuras y microfisuras y su entrega-recepción no concluye.
De las cinco que tienen un enorme desfase con el cronograma ofrecido, Toachi- Pilatón es la más grande. Su ejecución estuvo llena de tropiezos y decisiones precipitadas. El resultado es que ahora las autoridades buscan renegociar con la empresa rusa que se encargó de construir los equipos electromecánicos y que fue obligada por el expresidente Correa a abandonar la obra por supuesto incumplimiento.
Inter Rao sigue manteniendo que terminar con el montaje de los equipos fue “imposible por las largas demoras que se presentaban en los trabajos de construcción que no eran parte del alcance de esta empresa”. Se refiere a la empresa China International Water Electric.
La obra, que partió con estudios desactualizados, demandará más tiempo y quizás más dinero. La improvisación y las decisiones viscerales pasan factura.