La naturaleza, tan cambiante y como siempre impredecible, trae en estos días más sorpresas al Ecuador. Unas son parcialmente positivas; otras, en cambio, hacen que persistan las inquietudes.
Por un lado, expertos de 25 institutos climatológicos del mundo coinciden en que existen claras señales del debilitamiento del fenómeno de El Niño.
A finales de marzo próximo se atenuarán mucho más los efectos de esta anomalía climatológica, que en general han sido moderados en el territorio nacional, aunque sí han causado estragos en zonas del Litoral, en particular en la provincia de Esmeraldas, así como en sectores de Guayas, El Oro y Manabí.
Hasta que la intensidad del fenómeno finalmente se reduzca, conviene tomar previsiones por la posible llegada de lluvias más intensas. El llamado a adoptar medidas, según los especialistas, se hace porque persiste el riesgo de que los impactos de la fase terminal de El Niño de este año coincidan con la cota más alta del invierno en la Costa ecuatoriana.
Por otro lado, los volcanes Tungurahua -que de nuevo activa las alarmas- y Cotopaxi continúan con su proceso eruptivo, que causa molestias y preocupación. Uno y otro demandan la asignación de suficientes recursos y un sistemático programa de preparación de la comunidad, como el que se realizó de manera adecuada el jueves último.
En todo caso, la amenaza de los siniestros naturales de todo tipo obliga a promover más la cultura de la prevención en el país y a no bajar la guardia.